El modelo de intervención educacional-constructivista se adentra en una realidad compleja que deja de lado el tradicional enfoque simplista de estímulo-respuesta. Para ello, se fija en un enfoque sistémico en el cual los elementos del sistema educativo forman un conjunto global.
Los diferentes subsistemas: alumno, profesor, familia y escuela
forman una unidad con una historia concreta para cada uno de ellos y
que, por tanto, se convierten en un conjunto de situaciones difíciles
de ensamblar.
A partir de esta interpretación sistémica de la
realidad se plantea la teoría constructivista. Dicha teoría hunde
sus raíces en teorías psicológicas de reconocido prestigio como,
la Teoría Social de Vygotski, el Cognitivismo de Piaget, la Teoría
del Significado de Ausubel o la Funcionalidad del aprendizaje de C.
Coll.
Para
que el alumno asimile, procese, interprete y relacione unos
ciertos contenidos se necesita un aprendizaje
significativo, este aprendizaje significativo, que no es meramente
memorístico, se puede conseguir a través de un tipo de actividad
denominada autoestructurante de modo que le obligue
a revisar sus esquemas y estructuras previas en relación a ciertos
contenidos aportándole un mayor grado de estructuración y
complejidad y así se dote de un mayor grado de competencia.
Lógicamente
este proceso necesita de una actividad previa de evaluación
inicial de modo que se pueda contestar a la pregunta ¿Qué
conoce el alumno? Este tipo de actividad se produce mediante
una interacción entre el alumno, los contenidos de aprendizaje y el
profesor.
Por su parte, cada uno de estos elementos de
enseñanza-aprendizaje se caracteriza por unas determinadas
características: así, el estudiante, para llevar a cabo el
proceso de aprendizaje adecuadamente, ha de poseer una cierta
actuación cognitiva, los contenidos (hechos, procedimientos,
actitudes, valores, etc.) han de ser funcionales y potencialmente
significativos, y el profesor o la profesora ha de ser comunicativo y
compresivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario